Está en el sentido de la obra de arte, en la apariencia estética,
ser
aquello en lo que se convirtió, en la magia del primitivo,
el acontecimiento
nuevo, terrible: la aparición del todo en lo particular.
Theodor Adorno
Me estoy temiendo que de nuevo voy a parecer, en el mejor de
los casos, “pelín” friki pero hoy me
apetece hablaros de Estética. Bueno, más bien, de la Experiencia Estética,
de ese momento de epifanía de los sentidos ante cualquier clase de expresión
artística (puede que también de otro tipo) que te deja noqueado por un par de
horas o por un puñado de días, dependiendo de lo impresionable de cada uno.
Escarbando un poco podemos encontrar múltiples respuestas a
la pregunta de qué cosa es eso de la
Estética y su vivencia. Creo no errar si digo que el
denominador común en todas las conclusiones es lo personal e intransferible de dicha
experiencia.
Sin entrar en todos los planteamientos filosóficos y el estrecho vínculo existente entre Ética y Estética que a lo largo de la Historia se
han dado (ya desde Platón) todos interesantes y muy
recomendables, lo que aquí pretendo es traer al día a día de nosotros, los paseantes,
a los que se supone al margen de ciertas experiencias y de ciertos círculos un
poco engolados, unas pequeñas pinceladas de cómo estas vivencias no son ajenas
a nadie y que todos en cierta medida experimentamos alguna vez esa turbación en
esta sociedad sobresaturada de estímulos. Quiero hablaros de experimentar esa
especie de Síndrome de Stendhal pero en modo “andar por casa”, del que nadie se
entera, porque la mayoría de las veces se queda ahí, dentro, sin compartir y
con un no sé qué que qué sé yo. Eso sí, sin mareos, que al parecer Stendhal
tuvo una manifestación del goce estético algo febril.
Las veces que a mí me ha pasado algo similar ha sido un impacto
difícil de explicar, oscilando ese sobrecogimiento entre la pena y la alegría
de no saber muy bien qué se siente y sobrepasada en cierta manera por la
experiencia.
Una de las últimas veces que me pasó algo así fue viendo la
película de Wong Kar-wai “In the mood for love”. Era la época en la que
acostumbraba a meterme en el cine en la primera sesión, esa hora a la que no va
casi nadie, tienes toda una pantalla enorme solo para ti y toda una sala para
llorar o reír a tu gusto. Para según qué
cosas me vuelvo muy avariciosa (:
Con esta película no pude elegir un momento mejor, lo recuerdo
muy bien, y también cómo, nada más apagarse las luces, el ambiente del film y
toda la belleza que ante mí se desgranaba me fue capturando de tal manera que permanecí
prácticamente hipnotizada durante dos horas. Aún no salgo de mi asombro y han
pasado ya unos cuantos años.
En “In the mood for love” todo es de una maestría increíble.
Lo que el ser humano puede hacer a veces transcendiendo toda su naturaleza y
sus límites puede llegar a ser muy revelador.
En este caso la composición que hace Wong Kar-wai comenzando
con sus dos personajes y las múltiples relaciones que se dan entre ellos y
luego todo lo que orbita a su alrededor, música, iluminación, escenarios, comida,
el vestuario de ella, la expresión corporal, la sutileza con la que se nos va
contando todo, ese final, todo está tan bien pensando que el resultado es un
puzzle perfecto. No puedo dejar de asombrarme ante la mente que lo ha ideado y
maravillarme ante el resultado. Han pasado muchos años desde su estreno y aún conservo la
sensación privilegiada de haber asistido a algo especial.
Pero la primera vez que me ocurrió algo semejante también
fue buena.
Seguro que muchos os sentiréis identificados.
Era verano, muchísimo
calor, yo en la terraza de mi casa, a la sombra y escribiendo, de pronto en la
radio anunciaron “Semilla negra” de Radio Futura. Me quedé paralizada escuchando,
tremendamente sorprendida ante el hallazgo. Me pareció tan distinto a lo que yo venía
escuchando hasta entonces (entendedlo, tan joven y con el póster de Miguel Bosé en la pared ;) que no paré hasta conseguir ese disco. Ese vinilo es
uno de mis tesoros más queridos. Aún hoy me parece brillante su versión
original porque las sucesivas creo que no la mejoran, más bien al contrario.
Entre medias estaría Velázquez y sus Meninas pero creo que eso
es capítulo aparte y se merece un post enterito solo para él, así que, ahí lo
dejo…
Como ya he dicho, no todo el mundo responde de igual manera
ante los mismos estímulos, puede que sea por el entorno (también hay teorías al
respecto) pero yo creo que es más cuestión de carácter. Todos sabemos de
personas que venían de la miseria más absoluta y que consiguieron trascender su
realidad aportando gran valor a su vida y de rebote a las nuestras.
¿Y tú?
¿Has tenido alguna vez una Experiencia Estética de la que no
te has olvidado y te acompaña en tus recuerdos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario