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"No hay barrera, cerradura, ni cerrojo
que puedas imponer a la libertad de mi mente"

Virginia Woolf

martes, 7 de mayo de 2013

¿Qué me pasa?


Está en el sentido de la obra de arte, en la apariencia estética, 
ser aquello en lo que se convirtió, en la magia del primitivo, 
el acontecimiento nuevo, terrible: la aparición del todo en lo particular. 
Theodor Adorno



Me estoy temiendo que de nuevo voy a parecer, en el mejor de los casos, “pelín”  friki pero hoy me apetece hablaros de Estética. Bueno, más bien, de la  Experiencia Estética, de ese momento de epifanía de los sentidos ante cualquier clase de expresión artística (puede que también de otro tipo) que te deja noqueado por un par de horas o por un puñado de días, dependiendo de lo impresionable de cada uno.

Escarbando un poco podemos encontrar múltiples respuestas a la pregunta de qué cosa es eso de la Estética y su vivencia. Creo no errar si digo que el denominador común en todas las conclusiones es lo personal e intransferible de dicha experiencia.
Sin entrar en todos los planteamientos filosóficos y el estrecho vínculo existente entre Ética y Estética que a lo largo de la Historia se han dado (ya desde Platón) todos interesantes y muy recomendables, lo que aquí pretendo es traer al día a día de nosotros, los paseantes, a los que se supone al margen de ciertas experiencias y de ciertos círculos un poco engolados, unas pequeñas pinceladas de cómo estas vivencias no son ajenas a nadie y que todos en cierta medida experimentamos alguna vez esa turbación en esta sociedad sobresaturada de estímulos. Quiero hablaros de experimentar esa especie de Síndrome de Stendhal pero en modo “andar por casa”, del que nadie se entera, porque la mayoría de las veces se queda ahí, dentro, sin compartir y con un no sé qué que qué sé yo. Eso sí, sin mareos, que al parecer Stendhal tuvo una manifestación del goce estético algo febril.

Las veces que a mí me ha pasado algo similar ha sido un impacto difícil de explicar, oscilando ese sobrecogimiento entre la pena y la alegría de no saber muy bien qué se siente y sobrepasada en cierta manera por la experiencia. 




Una de las últimas veces que me pasó algo así fue viendo la película de Wong Kar-wai “In the mood for love”. Era la época en la que acostumbraba a meterme en el cine en la primera sesión, esa hora a la que no va casi nadie, tienes toda una pantalla enorme solo para ti y toda una sala para llorar o reír a tu gusto.  Para según qué cosas me vuelvo muy avariciosa (:
Con esta película no pude elegir un momento mejor, lo recuerdo muy bien, y también cómo, nada más apagarse las luces, el ambiente del film y toda la belleza que ante mí se desgranaba me fue capturando de tal manera que permanecí prácticamente hipnotizada durante dos horas. Aún no salgo de mi asombro y han pasado ya unos cuantos años.
En “In the mood for love” todo es de una maestría increíble. 
Lo que el ser humano puede hacer a veces transcendiendo toda su naturaleza y sus límites puede llegar a ser muy revelador.
En este caso la composición que hace Wong Kar-wai comenzando con sus dos personajes y las múltiples relaciones que se dan entre ellos y luego todo lo que orbita a su alrededor, música, iluminación, escenarios, comida, el vestuario de ella, la expresión corporal, la sutileza con la que se nos va contando todo, ese final, todo está tan bien pensando que el resultado es un puzzle perfecto. No puedo dejar de asombrarme ante la mente que lo ha ideado y maravillarme ante el resultado. Han pasado muchos años desde su estreno y aún conservo la sensación privilegiada de haber asistido a algo especial.

Pero la primera vez que me ocurrió algo semejante también fue buena.
Seguro que muchos os sentiréis identificados. 
Era verano, muchísimo calor, yo en la terraza de mi casa, a la sombra y escribiendo, de pronto en la radio anunciaron “Semilla negra” de Radio Futura. Me quedé paralizada escuchando, tremendamente sorprendida ante el hallazgo. Me pareció tan distinto a lo que yo venía escuchando hasta entonces (entendedlo, tan joven y con el póster de Miguel Bosé en la pared ;) que no paré hasta conseguir ese disco. Ese vinilo es uno de mis tesoros más queridos. Aún hoy me parece brillante su versión original porque las sucesivas creo que no la mejoran, más bien al contrario. 




Entre medias estaría Velázquez y sus Meninas pero creo que eso es capítulo aparte y se merece un post enterito solo para él, así que, ahí lo dejo…

Como ya he dicho, no todo el mundo responde de igual manera ante los mismos estímulos, puede que sea por el entorno (también hay teorías al respecto) pero yo creo que es más cuestión de carácter. Todos sabemos de personas que venían de la miseria más absoluta y que consiguieron trascender su realidad aportando gran valor a su vida y de rebote a las nuestras.

¿Y tú?
¿Has tenido alguna vez una Experiencia Estética de la que no te has olvidado y te acompaña en tus recuerdos?

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