Si por algo me gustan estos días en los que intuimos que ya tenemos el Verano ahí a la vuelta de la esquina es por esas mañanas en las que pasear por las calles, cuando comienza a ponerse en pie todo, es un pequeño placer cotidiano.
El primer Sol del día comienza a caldear el ambiente, las
plantas y el suelo están recién regados y sube un olor a tierra húmeda de los
jardines que a mí me da un grandísimo chute de bienestar y alegría. Lo
reconozco soy una urbanita irredenta, adoro las ciudades, cualquier ciudad,
sobre todo me gustan a esa hora del día en que se ponen a funcionar.
Esto viene a unirse a lo mucho que me gusta pasear, despacio, recreándome, sin rumbo, sin prisas, con fruición.
Esto viene a unirse a lo mucho que me gusta pasear, despacio, recreándome, sin rumbo, sin prisas, con fruición.
Lavapiés, 2007, Paloma |
Tengo la suerte además de vivir en Madrid donde poco importa
de dónde vienes, nadie te lo va a preguntar, el latido de la ciudad tiene su
centro en su hospitalidad y hay tantos
latidos como barrios tiene. Dicen que cada ciudad tiene su propia personalidad, yo
creo que la de Madrid es esta: su vocación de acogida. Un día elegiremos un
barrio y lo pasearemos juntos desde primera hora y a conciencia. Vamos a
planearlo.
Pasear es un placer si te dejas fluir, si andas con la
mirada atenta, observas lo que va apareciendo alrededor y dejas que te traspase
y alimente.
Hay un libro que, por esto mismo que vengo contando, me gusta especialmente, una
joyita sobre la que vuelvo de cuando en cuando para recrearme en el placer de
su lectura y de pasear. Se trata de El Paseo de Robert Walser, donde casi de modo artesanal,
minucioso, se desgrana en sus páginas la vida cotidiana durante un paseo por la ciudad.
“Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y bajé la escalera para salir a buen paso a la calle… …El mundo matinal que se extendía ante mis ojos me parecía tan bello como si lo viera por primera vez.”
Todo el recorrido se presenta con exquisita maestría sin faltar su toque de ironía ante determinados comportamientos humanos mientras
la vida fluye por las calles y por el paseo que se narra. Su autor, Robert Walser, fue un finísimo observador de la vida pero tuvo poco tiempo para
recrear su inteligente escritura en el papel pues padeció una grave enfermedad mental hereditaria
que acabó con él. Esto no impidió que se hiciera con el beneplácito y la
admiración de escritores como Thomas Mann, Canetti, Walter Benjamín, Kafka. Si
llegáis a leer el libro del que hoy os hablo entenderéis muy bien la admiración
que despertó pues desde el primer momento nos cautiva con el fluir de su prosa
como el fluir de su paseo.
Si queréis profundizar más en su figura y su obra al final os dejo unos enlaces donde podéis hacerlo, creo que merece la pena.
Si queréis profundizar más en su figura y su obra al final os dejo unos enlaces donde podéis hacerlo, creo que merece la pena.
Pasear mola… por algo será, quizá por un no sé qué sensual
del cuerpo en movimiento, como acariciando aceras que dice Drexler en esta
canción donde la percusión acompasa el paso… sin esperar que algo pase…
O como dice su chica… sin tiempo que ganar…
Escucho mucho una canción detrás de otra cuando voy andando por
la calle, puede ser porque la historia de ellos dos me conmueve o porque les
gusta pasear tanto como a mí…
El caso es andar…
Caminante, son tus huellas el camino y nada más…
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