Estamos especializados en una armoniosa
repetición
del desastre y la estupidez.
Terenci Moix
Holaaaaa ¿queda alguien por ahí?
Estaréis todos en modo verano dándole al selfie y a la
birra y aquí vengo yo con mis disquisiciones. Qué queréis después de un bloqueo
considerable y una ligera desconexión intentando poner algo de orden en este universo en expansión que es mi coco, me he puesto a desempolvar este blog y me
doy cuenta de cuantísimo tiempo ha pasado desde mi última entrada donde comencé
a desarrollar el tema de la estulticia humana que se está cargando el Planeta
en un proceso salvaje de producción y consumo inasumible.
Sigamos con otra variante que el tema lo merece.
Hace tiempo que muchos me venís insistiendo para que
cuente aquí cómo fue el proceso de mi despido, cómo se fraguó, que cuente cómo a
pesar de que se me decía que no había nada que hacer, que la ley no estaba de
mi lado y que debía aceptar que las cosas eran así y no podían ser de otro modo
yo le hice frente, me rebelé ante esto y tras unos momentos de perplejidad puse
la demanda. Que cuente ese juicio demencial en el que vi como la empresa para
la que había estado trabajando 14 años mostró su verdadera cara, su hipocresía
(decía Moliére que las personas no están jamás tan cerca de la estupidez como
cuando se creen sabias, ese día pude corroborarlo) Me piden que cuente cómo
llegaron al juzgado investidos de razón convencidos de que nos echaríamos atrás
y no entraríamos a juicio, que aceptaríamos sus condiciones, que cuente cómo
una vez dentro aportaron unas cifras falsas y contradictorias, que cuente cómo
la jueza ante el despropósito de los datos presentados y ante la insensatez mostrada
se tapaba la cara de pura vergüenza ajena. Que cuente que todo esto sucedía
bajo el amparo de una ley aprobada para revitalizar la economía y favorecernos
a todos pero lo que yo vi fue unos juzgados colapsados de gente esperando su
turno y a los que se condenaba a la precariedad por el bien de un país. País
cada vez más empobrecido. Que cuente cómo se declaró improcedente el despido,
que me tuvieron que indemnizar y aun así la empresa no ha quebrado y sigue
dando beneficios a los de siempre.
Pero mientras pienso si os cuento o no todo esto y
escribo estas letras, las bombas no dan tregua en Gaza sin que los que tienen
potestad para pararlo obliguen a un alto el fuego, un avión civil es derribado
sobrevolando Ucrania, nuestro país se pone a la cabeza de Europa en pobreza
infantil y se hace urgente un Pacto de Estado para protegerla, los ecosistemas
de Ibiza, Canarias o Galicia se ven amenazados por prospecciones que los dejarían
en pocos años devastados y sin posibilidad de regeneración. Y pienso que a su
lado mi historia es baladí, que solo es una anécdota, aunque en todos los casos
la estupidez humana está presente y lo grave es que tiene terribles
consecuencias.
El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez. Bioy Casares
Estupidez y Codicia de unos pocos que campan a sus
anchas y controlan cómo y cuándo debemos respirar pero contra los que cada vez
tenemos más defensas en un mundo hiperconexionado e hipercomunicado.
En el mundo hay 85 tipos que acumulan tanta riqueza como 3.570 millones de personas pobres. Sí, has oído bien: 85 individuos acumulan la misma cantidad de dinero que otros 3.570 millones. Hay datos que te quitan el hipo, que te cruzan la cara, que rebotan en tu cráneo, que se van afilando y al final se te clavan. De nada vale defenderse ante su laxa exactitud, su asexuada objetividad, su frágil envoltorio de neutralidad. …
Cierto, los datos se te clavan dentro y piensas ¿qué
somos?
Entonces me acuerdo de Pinker y sus ángeles y me
aferro a sus ideas y quiero creerle, quiero creer en su idea de la bondad humana
a la que dedicó casi 1000 páginas convencido de que nunca en la Historia el ser
humana ha vivido más en armonía y disfrutado de un período más pacífico que el
actual. Como es de esperar hace un recorrido histórico para apoyar su idea y
nos muestra lo salvajes que hemos sido durante milenios hasta el día de hoy que nos portamos mejor.
Habrá que darle la razón ahora no nos rebanamos el cuello con tanta alegría
pero está claro que aún no es suficiente, aún queda mucho camino para que el
Hombre deje de ser estúpido y deje de boicotearse así mismo.
Entre tantos tipos de estupidez y violencia una de las
peores es la que nos infringimos a nosotros mismos y yo hubo un momento que
casi claudiqué. Casi me rindo.
Pero aquí
estoy.