Vladimir Maiakovski |
Más de lo posible,
más de lo permitido,
como un delirio
de poeta cayendo en el sueño
la pelota del corazón se hace enorme,
enorme el amor,
enorme el odio.
Bajo la carga,
las piernas
avanzan vacilando,
avanzan vacilando,
ya lo sabes
estoy
sin embargo bien hecho,
no obstante
me arrastro,
apéndice del corazón
con mis gigantes hombros hundidos.
La leche del verso me infla
— sin poder derramarme —
hasta los bordes, y vuelve a llenarse.
¡Oh nodriza del mundo!,
hipérbole,
imaginada por Maupassant.
Lo siguiente, Maiakovsky -----------
Hacer un regalo o que te lo hagan es un asunto ciertamente
complejo. Revela ciertos aspectos de la relación entre el regalador y el
regalado que aparecen entre líneas y quizá no sean fáciles de descifrar.
No
sé si os habéis encontrado alguna vez en un centro comercial dando vueltas como
un león enjaulado, rebotando de un lado a otro buscando un regalo que hacer a
alguien. Puede tratarse de un compromiso, en cuyo caso no deis más vueltas,
lanzaros al vino de cabeza (a no ser que sea abstemio anónimo). Puede tratarse
de una fecha señalada: lanzaros
de nuevo al vino. En mi opinión hay que regalar siempre fuera de fecha para que
el factor sorpresa que lleva acarreado el regalo sea aún mayor. También puede que la persona
a quien vayáis a agasajar (me ha pasado más de una vez) tenga un exacerbado
pragmatismo e interprete el gesto como un desembolso inútil, sobre todo si
regaláis flores, seguramente se sienta incómodo/a porque será de poco regalar y
se sienta presionado a corresponder, por tanto, te hará sentir muy tonto. Buena
excusa para beberos el vino vosotros. Y está el caso de quien impepinablemente siempre cambiará lo que vosotros
habéis elegido con tanto esfuerzo y sudores, en este caso regalad un vale por…
y dejaréis de dar vueltas como una peonza y llegaréis a tiempo de tomaros un vino
con vuestros amigos.
Acertar es difícil a no ser que el regalo vaya envuelto de
mucha carga emocional por parte de los dos, en cuyo caso, acertaréis seguro
aunque sea un barquito de papel.
También hay que tener cuidado con las intenciones del
regalador.
Un compañero de mi época en la facultad a todos sus ligues
les regalaba siempre el mismo perfume, que no era otro que el que utilizaba la
chica de la que realmente estaba enamorado. Ellas en la inopia y él sin el
resultado deseado. Parece casi el argumento de El Perfume de Patrick Süskind
pero no lo es. Quizá hubiera llegado más lejos si les hubiera regalado el
libro.
El mejor regalo de todos siempre es un libro.
En
Twitter estos días se ha reactivado un hashtag ante la cercanía del día del libro
el próximo 23 de Abril que es #regalarunlibro. En él se pueden leer frases como
#regalarunlibro es: ofrecer
la llave de un sueño, es un elogio, es compartir una aventura, es ofrecer un
refugio frente al dolor y la desesperanza (esta me encanta), es un piropo, es
hacer el amor (esta también ;), es leerte con otros ojos, es amor.
A mi me encantaría saber la cara que pongo cada vez que
alguien me regala un libro del cual lo desconozco todo, o casi todo. Supongo
que oscila entre el escepticismo de que aquello me guste y la curiosidad por
saber qué se halla en su interior. Pero siempre, siempre, es bienvenido, es una
sorpresa y un reto.
Mi reto estos días se llama Maiakovsky y quien me lo regaló
(me conoce bien) detectó que era alguien a quien yo debía de tener más presente
y aceptar en mi reducido círculo de poetas de cabecera. Al parecer la
traducción no es muy buena y esto le tortura, no descarto que haga una segunda
entrega cuando dé con la traducción fetén.
Lo importante aquí es que ya me ha
inoculado el mal sin solución posible. Ya quiero más.
Que mala gente hay por ahí ;)
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