Hace tiempo confesé aquí que para mí, como para Nietzsche,
sin música la vida sería un tremendo error y que no hay día en el que la música
no me acompañe de alguna manera. Resulta que hoy es el Día de la Música, eso dicen, y por ello habrá
muchas celebraciones en su honor. Me gusta la idea, me alegro, aunque si por mí
fuera las calles siempre estarían llenas de música y cada momento con su banda sonora incorporada con su puntito dramático o alegre.
Por esto mismo, para celebrar la música, mi entrada de hoy será algo
especial.
Una canción para cada día de la semana.
Difícil despertar a la rutina el odioso lunes, sobre todo,
si lo que nos espera es previsible, una pequeña muerte cotidiana que maldita la falta que nos
hace enfrentarnos a ella. Siempre llegará a traición y por la espalda.
Avanza la semana, el tren se pone en marcha y hacia la estación del martes guiados por el viento.
Mitad de la semana, continuamos el camino tan solo siendo
fieles a nosotros mismos, aguantando el tirón y, de alguna
manera, ahí estaré yo también, contra el muro de un miércoles por la tarde (¡no se puede decir mejor!)
Él, que inauguró este blog, no puede faltar, mi chico del jueves
aterrizando en la mañana.
Llegamos al viernes y, por obvia, me resistía a ponerla pero
ha ganado por goleada después de una dura batalla con otras candidatas y porque nosotros también nos la hemos ganado después de superar cinco duros días. Además,
¿hay alguien capaz de llegar al viernes sin estar enamorado?
Sábado ya. Aquí me vais a permitir, con esta canción del sábado, una licencia poética que me
granjeó entre mis amigos durante mucho tiempo el título de moña, de “muy moña”, y
me la tararearon burlonamente durante mucho tiempo hasta que se cansaron. Me sigue gustando aunque ahora mi
gusto es otro y mi música también. Pero eso es otra canción.
Por último, la perfecta canción para hacer que en una mañana
de domingo alguien sonría.
¡Feliz Día de la
Música!
Cave Musicam!
¿Cual es tu canción?
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