Una naranja sobre la mesa, su vestido en la alfombra,
y
usted en mi cama, dulce regalo del presente,
emoción en la noche, llama de mi
vida.
Jacques Prévert
¿Qué despertar habéis tenido hoy?
Si os habéis levantado con el ojo pegao´ habéis echado mano
al armario sin ni siquiera mirar y os habéis plantificado lo primero que habéis
pillado es que vuestro día no plantea a priori grandes emociones.
Pero ojalá que haya sido uno de esos días de “ahora voy y me
como el mundo”. Os habéis maqueado, elegido
con cuidado la ropa, puesto muy guapetones y ¡hala, a lo que os echen! sin un
porqué determinado, solo por el puro placer de luciros y sentiros bien en
vuestra piel ¡ole!. Ya ni os cuento si
en el horizonte tenéis un planazo de esos de “hoy triunfo” donde habréis puesto
cuidado en cada detalle y saldréis hechos un pincel.
Porque si os habéis levantado como en el primer ejemplo y,
de repente, el día da un giro de 180º, se os presenta un planazo, una fiesta
molona, una cita interesante, un cuerpo a cuerpo y vosotros con esas pintas,
seguro que lo primero que haréis será meteros en el baño a mirar qué pinta lleváis
y después daros de cogotones contra la pared por haber sido tan tontos y haber
descuidado el look. Aunque lo mismo lo habéis hecho adrede, tentando a la
suerte y poniendo en práctica la teoría braga Bridget Jones que dice que cuanto
más grande sea la braga que te pongas más posibilidades hay de que esa noche te
lleven al huerto.
Qué importante es cómo nos vestimos y para qué.
Seguramente
todos lo habréis experimentado alguna vez, cómo cambia vuestro estado de ánimo
si ponéis un poquito de cuidado en cómo os presentáis ese día a los ojos de los
demás. Las apariencias engañan, sí,
engañan, lo sabemos todos pero no podemos evitarlo, antes incluso de que nos
presenten a alguien, antes de que conozcamos su nombre y alguna cosa más sobre esa
persona, ya hemos procesado miles de detalles con los que nos hemos creado una
película de su vida. En la mayoría de
los casos ese primer análisis no tendrá mucho que ver con la realidad pero ya siempre
nos quedará esa primera impresión.
El envoltorio tiene mucho peso en la construcción de la
imagen y gusta para ponerlo y para quitarlo, intriga y seduce. Luego el contenido es el que le da vida, lo
mueve y lo presenta, lo hace aún más atractivo, de tal manera que de una buena
combinación entre ambos nace el deseo. Y
esto nada tiene que ver con el ser guapo o no. “El vestido es la característica
de las maneras y las maneras son el espejo de las ideas” decía William Allison.
La imaginación se nos desata, echa a volar.
Como decía la gran Rocío Jurado “siempre
insinuar nunca mostrar”.
Hace años, en mí radiocasette, esto no debería decirlo
por coquetería pues ya me pone en una edad ;), tenía consumidita una cinta del
concierto de Aute entre amigos (mi naturaleza se vuelve obsesiva cuando algo me
gusta) y esa cinta no paraba de dar vueltas una vez y otra en casa, canción
tras canción.
Primero sonaba “anda, quítate el vestido…”
Para acto seguido el mismo Aute decir “no te desnudes
todavía…”
Mi madre, hartita de oír día tras día la misma cantinela
acabó exclamando “a ver si se decide ya de una vez, que la vista o que la
desvista pero que no la deje a medias que así la mata de un resfriado”
Ahí me di cuenta, ante esa indecisión de Aute, lo importante
que es darle pie a la imaginación y a la seducción para despertar el deseo… de vestir, de desvestir ...
...de vivir.
Nacha Pop lo tenían más claro, lo que realmente importa y
lo que les pone es que te vistas, bien.
Así que, no os descuidéis.
Perdonad la calidad de este último vídeo pero creo que es un
gran documento histórico y merece la pena que lo veáis.
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